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Innerland | Gory
Online Exhibit

 

"Color My World"

For prices and information, please contact jmoya@cubaartny.org

By Adriana Herrera from El Nuevo Herald (english)

Innerland, the photographic exposition by Gory is useful territory for the transformation of the viewer’s perception. First of all, it's the result of a leap in vision, technique and the artist's work, who for the first time accepted to explore the field of digital photography and discovered a new way to access painting through the medium.

Secondly, it reveals an unedited image of an urban location -almost always with a backdrop of dramatic skies--which revealed to him that exterior space was not neutral ground, but in fact a place marked by the game between subjective perception and social expectations.

Innerland, is the access door to a very personal spot, as well as to this city, discovered through those unusual angles that only someone like him can see. Gory walks the streets daily like someone who advances between a myriad of impressions that appear instantly upon encountering them. The images speak of the personal worlds of its inhabitants, whisper fragments of stories that constitute the invisible life of Miami, the spirit of a land that is nobody’s and turns malleable the frontiers between cultures. It was of the abandoned architecture of the old Hialeah hippodrome that he took digital pictures for the first time without knowing that afterwards he was going to rid himself of negative film. The astonishment of obtaining images with incredible detail, the possibility of being able to make huge prints without grain and to manipulate the images at levels unimaginable with film, and the sensibility of the lens to light, convinced the orthodox Gory to enter the vast field of digital photography.

In Cuba the city of Havana seemed to him “an agonizing dinosaur that was falling apart” and that blocked his vision, so his photographic work always took place mostly in places he traveled to outside of Cuba which was a routine for him; In the U.S. the city of Miami at first seemed somewhat disperse, a series of images that just didn’t unite to constitute a whole. This is the first series articulated about Miami that finally has revealed it's peculiar aesthetic dimension. Now he can speak of this city where apparently “everything is painted, and everything is pretty”, with a vision that is alert of other spaces and recreate it from his own poetic category, with everyday geometry that eyes not used to abstracting lines or forms don’t notice, but that he makes evident using saturated colors in certain zones of the images. Thanks to the seamless game of manipulation of forms and colors that digital technology allows, painting and photography are now one field of visual joy for Gory. But neither can be fully understood without discussing his passion for music. Not only did he learn to see the world in black an white at an early age but in an untamed and persecuted way In the Cuba of his adolescence via The Beatles and American Rock n’ Roll. Various photograph’s like the formidable Baby's in Black, taken spontaneously in a traveling shop with exhibition mannequins, carry song titles and are a way of making music without sound: a powerful expression of rhythm, synchronicities, of resources of repetition, in which humor and liberty are very present and the world is portrayed as a giant readymade that must be reconstructed with a vision.

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Por Adriana Herrera de El Nuevo Herald (spanish)

Innerland, la exposición fotográfica de Gory (Rogelio López Marín) en Chelsea Gallery es un territorio útil para la transformación de la mirada. En primer lugar, es el resultado de un salto en la visión, en la técnica y en la obra del artista, que por primera vez aceptó incursionar en el campo de la fotografía digital y descubrió otra vía de acceso a la pintura.

En segundo lugar, revela una imagen inédita de un lugar urbano --casi siempre enfilado contra cielos dramáticos-- que le reveló cómo el espacio exterior no es neutral, sino está marcado por el juego entre la percepción subjetiva y las expectativas sociales.

Innerland es así la puerta de acceso a un paraje personal, tanto como a esta ciudad, descubierta desde esos ángulos insólitos que sólo puede ver alguien como él. Gory transita cotidianamente las calles como quien avanza entre miríadas de impresiones que le salen al encuentro. Las imágenes le hablan de los mundos de sus habitantes, susurran fragmentos de historias que constituyen la vida invisible de Miami, el espíritu de una tierra de nadie que torna maleables las fronteras entre culturas. Fue ante la arquitectura abandonada del viejo hipódromo de Hialeah donde por azar tomó por primera vez imágenes digitales sin saber que a partir de ahí se iba a despojar de la película en negativo. El asombro de obtener imágenes con un detalle impresionante, la posibilidad de lograr inmensas ampliaciones sin grano y de manipular hasta grados que no permite el rollo, la sensibilidad del lente ante la luz, convencieron al ortodoxo Gory de entrar en el vasto campo de lo digital.

A partir de tomas extraídas de la realidad, al estilo del par de carros azules idénticos de Twins, que durante años vio en un vecindario simétricamente estacionados afuera de una casa con dos ventanas cuadradas, Gory despierta a la fascinación por lo que está ahí, como todas esas cosas dadas e inadvertidas que rodean al ser humano. Puede desatar un proceso narrativo en el espectador que mira sus fotos imantado por la gama de explicaciones posibles ante lo que ve. El sigue siendo en una parte de sí el niño al que el abuelo médico y fotógrafo profesional, le permitía entrar en el cuarto oscuro y que creció familiarizado con “El ojo sincero” de Robert Franks, y los minuciosos infinitos que Weston atrapaba en una cebolla y Ansel Adams en el lomo de las cordilleras. Sin que entonces supiera sus nombres, tanto ellos como la televisión en blanco y negro le imprimieron en las pupilas ese carácter enrarecido del mundo cuando se lo ha visto --y acariciado con los ojos-- en incontables tonos de grises.

Si en Cuba la ciudad era para él ''un dinosaurio agonizante que se caía a pedazos'' y le cerraba el paso, y la fotografía surgía siempre en el espacio del viaje que era parte de su desplazamiento ritual de La Habana; en Estados Unidos también la ciudad fue al principio algo inasible, disperso, una serie de imágenes sueltas que no terminaban de constituir un todo. Esta es la primera serie articulada sobre Miami que al fin se le ha revelado con su peculiar dimensión estética. Ahora puede hablar de esta ciudad donde aparentemente “todo está pintado, donde todo está bonito”, con el ojo que advierte otros espacios y recrearla desde una categoría poética propia.

El sabe ver el esqueleto metálico de un antiguo anuncio publicitario que quedó instalado para siempre en alguna calle y descubre escenas con el misterio que provocaban las fotos de Duane Mitchel, como esa puerta inclinada entre un montón de chatarra que él pintó de amarillo y fotografió en contrapicada contra un horizonte de nubes en Gates of Heaven.La perfección formal y técnica de su trabajo fotográfico contrasta con la libertad de la mirada abierta al juego, no domesticada por el hábito. Estrictas tomas de carpas de fumigación desplegadas en distintos lugares de Miami crean una atmósfera insólita, imágenes que desbordan los confines de lo figurativo y fusionan el paisaje con la irrupción de formas geométricas abstractas. La aparición de Christo --esa foto homenaje a los ya legendarios edificios intervenidos por el artista neoyorquino-- es un ejemplo perfecto del modo en que Gory, que suele salir “a cazar imágenes todos los días”, regresa en las noches con una suerte de fuselaje visual. Sus fotos funcionan como una máquina de percepción que combina el realismo puro (en pintura una de sus mayores influencias es Andrew Wythe), con la geometría cotidiana que los ojos --desacostumbrados a abstraer líneas y formas-- no notan, pero que él torna evidente usando colores saturados en ciertas zonas. Pero también, quien ve sus fotogr afías se sumerge en una atmósfera que colinda con el territorio de los sueños al modo de Magritte, tal como se advierte en la luz innatural que rodea la casa de Night and Day. Gracias al juego insospechado de manipulaciones de formas y colores que permite la tecnología digital, pintura y fotografía son ahora para Gory un solo campo de gozo visual. A la vez, ninguna puede entenderse del todo si se prescinde de su pasión por la música. No sólo aprendió a ver el mundo tempranamente en blanco y negro, sino de un modo indómito y perseguido en la Cuba de su adolescencia, a través de Los Beatles y del Rock & Roll americano. Varias fotografías como la formidable Baby's in Black, tomada por azar en una venta ambulante con maniquíes de exhibición, llevan el título de canciones y son su modo de hacer música sin sonido: una poderosa expresión de ritmo, de sincronías, de recursos de repetición, en las que el humor y la libertad son partituras infaltables y el mundo es un inmenso ready made que hay que reconstruir con la mirada.

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Gory y la arquitectura de la memoria. Colores en "Playa Albina" (spanish)

En ocasiones, la imagen, el trazo definitorio, la composición idónea que se escapa cuando "...había alcanzado su definición mejor...", al decir lezámico, se conjuga finalmente por un proceso acumulativo que, ajeno a la prisa y la urgencia creativa, puede tardar décadas en llegar. Es que la respiración y el latir de un concepto tiene sus propias leyes, su propio discurrir, en los cuales no rigen las leyes terrenales.

Rogelio López Marín (Gory), tuvo que transitar por los múltiples caminos de la ausencia para llegar a la consecución de su serie fotográfica más reciente, resumen y summa de más de diez años de logros e interrogantes ante una ciudad que ha pasado de la extrañeza a lo entrañable, alcanzando la definición buscada.

"Playa Albina", es el término que utiliza con cierta amargura el poeta Lorenzo García Vega para definir a Miami, aludiendo entre otras cosas a un entorno donde las edificaciones adoptan colores pasteles como medio de defensa contra el azote solar que amenaza con borrar toda huella. Bajo esa luz, cegadora unas veces, fantasmagórica otras, todo lo que alienta cobra una extraña dimensión, en un rejuego eterno de luces y sombras, combate incesante por la supervivencia, en un terreno donde las variaciones de luces y colores implican nuevas relaciones de identidad, realidad y surrealidad.

Y es precisamente esa dicotomía lo que ocupa y preocupa a Gory, observador incansable, quien hace caso omiso del ritmo vertiginoso de la ciudad para congelar en el tiempo sitios, objetos, planos visuales, destellos y espectros; a fin de articular situaciones que sólo su mirada abarcadora puede detectar.

Así surge, fundido por la maravilla de un fotomontaje que disipa las normativas fondo-figura, captando lo aparentemente inasible en una expresión nueva, un retablo sorprendente de imágenes donde lo cotidiano cobra dimensiones insospechadas, donde las relaciones de forma y color determinan un ambiente en el cual lo onírico y lo imaginado emergen de una realidad supuestamente inexplicable. La sorpresa inicial del artista ante las enormes carpas de fumigación, las piscinas desiertas o pobladas de objetos como caídos del cielo, o los paisajes donde se dan cita maniquíes y automóviles de los años cincuenta; se resuelve ahora con una combinación en la que el blanco y negro sugiere la ausencia; y la intensidad del color, dirigido a la zona que palpita ante los ojos del artista, es el eco del latido, de la secreta semilla de la supervivencia que surge, paso a paso, ante una luz que de otra forma podría ser sinónimo de olvido y destrucción.

La exploración de esas relaciones entre la riqueza de la fotografía en blanco y negro, y la utilización del color hiperrealista que Gory domina con tanta maestría, sientan el ritmo y la armonía de una incursión por un sinnúmero de imágenes ocultas bajo el velo de la cotidianidad, la prisa y el desgaste; que con el toque mágico de un detalle o la sugerencia de una tonalidad específica, cobran vida en un mundo diferente. Las viviendas cuyas formas se adivinan bajo las carpas, los automóviles fósiles, las residencias de barriadas apacibles, los yates y embarcaciones dispuestas unas sobre otras en espera de viajes futuros (¿viajes al futuro?), los espacios abiertos donde se acumulan desechos olvidados, el hacinamiento de despojos materiales producto de algún fenómeno natural o de la desidia y el abandono; van conformando esta poética de la decadencia.

Una poética que no asume lo decadente en sentido minimizador ni peyorativo, sino que, por el contrario, lo ubica en su justa dimensión, dándole su merecido valor en un entorno simbolista de alto vuelo. Cada objeto, cada sitio que el artista fija en ese fragmento de tiempo y espacio, donde realidad y surrealismo conviven en lo aparentemente imposible; es una confirmación de que no hay depauperación ni desaparición definitiva, sino un diluirse en el pasado para transformarse en una esfera de eternas resonancias que contiene toda posibilidad, en la cual el vacío se puebla de formas, de tonalidades, de ecos.

Cada una de las piezas fotográficas de esta exposición de Gory--que marca una nueva etapa de su creación como consecuencia lógica de la búsqueda constante--es en sí misma un paisaje de múltiples connotaciones. La diversidad que pudiera existir entre las mismas es también su hilo conductor: las relaciones espacio-temporales; de lejanía y cercanía; de forma y color; de cotidianidad y lirismo.

En uno de esos fotomontajes, un cartel que fue lumínico en eras remotas se recorta contra el cielo gris. El tiempo y la inclemencia de la luz y los elementos han borrado un anuncio que nunca podremos descifrar en una superficie sobre la que Gory pone una nota de color, como preludiando la acción de esa mano invisible que desafía el vacío, y se apresta a escribir un mensaje en otra dimensión.

Esa es la gran metáfora contenida en esta serie de visiones de Miami que marca su propia circunstancia. Finalmente, "Playa Albina" se llena de color, y la poética de la decadencia edifica, al otro lado del espejo, la arquitectura de la memoria.

Por Jesús Vega

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